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viernes, 4 de febrero de 2011

Roma. Federico Fellini


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Roma de Federico Fellini supone un ejercicio no sólo de autocrítica y cuestionamiento de valores de la sociedad italiana, sino un buen ejemplo de desacralización y de la capacidad de un pueblo de reírse de sí mismo. Roma, la Ciudad Eterna, donde la concentración de obras de arte, desde la Antigüedad Clásica hasta hoy es la mayor del mundo occidental, y que incluye el disminuido Estado Vaticano, lo que la convierte en templo de la cristiandad, es un caos. Desde el primer instante se cuestiona el imperio romano, con una escultura de Julio César, con la cabeza rota y cubierta de cagadas de paloma, el paso del Rubicón, en una excursión de unos escolares a cuyo frente figura un profesor religioso, o el Idus de Marzo, en una patética representación teatral.

Fellini nos muestra no sólo la Roma de ayer sino la de hoy, con sus dificultades para excavar para construir túneles para un metro, garajes subterráneos, cimientos de edificios, etc. Cualquier visitante de la ciudad puede observar allí donde haya un agujero y funcione una excavadora, un cartel con la leyenda Vigilancia de las excavaciones. Todo ello provoca una circulación caótica por unas vías llenas de visitantes. El film muestra como se deshacen los frescos si penetra el aire en recintos clausurados durante tiempo. La incisiva mirada del cineasta penetra en los prostíbulos, las cenas de vecindario abusivas en la calle o el desfile de ropa para la curia. Culmina el film con una fiesta en El Trastevere, en la que participa el escritor norteamericano Gore Vidal, que ha escrito sobre el imperio romano (Juliano el apóstata) y considera que la metrópoli de la iglesia, el gobierno y el cine son fabricantes de sueños, como el de Fellini y su visión onírica de pueblo italiano y de la alianza entre la nobleza y la iglesia en el satírico e improbable desfile de moda eclesiástica. Culmina con el paseo de la 'nueva caballería romana' constituida por enormes grupos de jóvenes en moto, recorriendo los lugares más emblemáticos de la ciudad.




El film tiene un carácter documentalista y autobiográfico. En la ficción un joven , alter ego de Fellini, viaja desde su ciudad natal, Rimini, a la Roma fascista, por la que circulan soldados con uniformes híbridos de las pasadas glorias y las nuevas circunstancias. Su estancia en la pensión, o su visita a las plazas o a los prostíbulos, le permitirán conocer a los romanos coetáneos, que se lavan en las fuentes de las calles y a niños descalabrados por los golpes que reciben de los adultos, padres o maestros, y de sus camaradas. Años después el director realiza el mismo trayecto con su equipo de filmación y se encuentra con el caos circulatorio que impera en el país.


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