Objetivos

Vistas de página en total

viernes, 27 de agosto de 2010

La guerra civil. La ruptura de la alianza

La presión sobre César en la Urbs había ido aumentando gradualmente; cuando César derrotó a los usípetes y tencteros ( el curso anterior trabajasteis ampliamente este episodio, incluidas informaciones etnológicas de César; revisádlo), Catón pidió que el procónsul fuera entregado a los germanos. Esto prueba hasta qué extremo llegaba el resentimiento y la ambición de los optimates, entre lo cuales Domicio Ahenobarbo pretendía el proconsulado de la Galia, pero la renovación del triuvirato en Luca dificultaba sus planes, al estar presentes en Roma dos de los triumviros: Pompeyo y Craso.; pero la muerte de Julia, hija de César y la impopularidad creciente de Craso, del que eran deudoras numerosas personalidades de Roma, debilitó la situación del procónsul de la Galia.

Muchos de los críticos más acérrimos de César extendieron, por rencor, su hostilidad a Pompeyo, y cuando fue nombrado Consul sine collega por una moción de Bíbulo (recordad que este personaje fue cónsul junto a César e intentó boicotear el ejercicio de la magistratura declarando el año nefasto) con respaldo de Catón, ambos se enfrentaron enérgicamente a este nombramiento. Pero su posición se debilitaba de nuevo, pues Pompeyo se casó con la hija del poderoso Escipión y merced a sus medidas para restaurar el orden había conseguido el apoyo de buena parte de los senadores, a los que, como ya sabéis les gustaba llamarse "hombres buenos", (boni), e incluso "mejores" , (optimates).

Como os habréis dado cuenta los principios que animaban las instituciones no eran tan puros como para que los que detentaban el poder de facto se consideraran hombres buenos u "honrados", como se traduce en español la expresión de Shakespeare. Después de la Secesio Plebis (494 a.C.), la plebe consiguió que se creara la figura del Tribunus plebis, pero no tardó mucho la oligarquía en burlar esta concesión a los plebeyos, y muchos patricios se hicieron adoptar por miembros de este grupo social, llegando a plebeyizar su nomen, como el famoso Clodio, que era un Claudio, perteneciente a una de las familias más poderosas de Roma; a esto se añadía que eran muy corrientes los sobornos y la compra de cargos, lo que acaba concentrando el poder en los más ricos; los que no tenían este poder adquisito se debían endeudar para poder competir, como Julio César.

En 52 a.C. los optimates apoyaron a Pompeyo para frenar la violencia que enturbiaba la vida pública, sobre todo porque todas las bajas provocadas por los juicios del nuevo tribunal afectaban a los seguidores de Clodio, de la facción popular, a quien asesinó Milón, defendido por Marco Tulio Cicerón, el hombre nuevo, propietario de multitud de villae. Se pagaron bien los servicios de un hombre que dominaba la oratoria como ninguno, y que puso estas dotes al servicio de los poderosos.

El año 51 a.C., el entonces cónsul Marco Claudio Marcelo comenzó un ataque sistemático contra César, animado por el resentimiento contra la monopolización de los mandos de mayor importancia por parte del triumvirato, cargos que en otros tiempos hubieran recaído en hombres provenientes de familias de renombre como la suya. Como podéis ver no era precisamente la utopía de un mundo mejor lo que dominaba las mentes, y el hecho de que alguien se atreviera a defender medidas que mejoraran la situación de las masas, se consideraba hipócrita y recibía el nombre de demagogo quien osara hacer tal cosa, demagogia que frecuentemente se pagaba con la vida. Muchos, aún hoy, que se consideran los 'mejores', dominados por el mismo resentimiento, practican una lucha sin cuartel contra todo aquel que, provisto de carisma popular, atrae la simpatía de las masas, y convierten en objetivo de sus vidas destruir su imagen al precio que sea. Como veis no deja de ser una herencia romana.

Pompeyo era demasiado fuerte para atreverse a atacarlo, además tenía su ejército en Roma, por lo que César le parecía más vulnerable, y en una estrategia digna de ser estudiada, comenzó a pedir que, derrotado Vercingetorix y como consecuencia concluida la batalla de la Galia, debía volver a Roma. Pero antes debía derogarse la ley de los tribunos que concedía a César el privilegio de convertirse en candidato al consulado in absentia, es decir, sin estar presente en Roma, pues la nueva Ley de Pompeyo sobre los mandos provinciales era de rango superior y la contradecía. Pompeyo, que había procurado introducir cláusulas en su Ley para impedir estos efectos, se opuso. Otra vez la Historia nos enseña las triquiñuelas del poder.

Pero Marcelo no decayó e inició otra vía de acorralamiento: presionó al senado para que exigiera a César devolver las legiones que había prestado a César tras la derrota de Cota y Sabino, y que volviera a Roma de inmediato. El Senado se reunió fuera de las fronteras de la ciudad, para que pudiera estar presente Pompeyo. Vosotros sabeis que Roma era 'sacrosanta' y los ejércitos no podía entrar en ella, pero al mismo tiempo Pompeyo era consciente de que su fuerza se basaba en las armas, y construyó su casa en el Pincio, fuera de las murallas, y en ella habilitó una curia para celebrar reuniones del Senado. Otra maniobra.

En diversas reuniones se decidió que el senado debatiera sobre las provincias consulares y que se iniciara el proceso de disolución del ejército de César. Pero la decisión más importante,que echaba por tierra años de lucha de los populares era la de prohibir que los tribunos de la plebe interpusieran el veto, a las decisiones que se adoptaran en los debates. ¿Dónde quedaba el bonito lema de Roma, SPQR? Marcelo no había ganado de manera categórica, pero tampoco había perdido del todo, como demuestra el acto de soberbia que cometió (relatado como hito importante por Goldsworthy) y que disgustó incluso a Cicerón: en el año 59 a.C., como parte de su legislación agraria, César, aplicando su ideario, había establecido una colonia en la Galia Cisalpina, al Norte del río Po, en Novum Comum y dió a sus habitantes el trato de ciudadanos, a pesar de que no poseían todavía el status latino. Marcelo ordenó que azotaran a un ex magistrado de la colonia, castigo del que estaban exentos los ciudadanos, y fuese enviado junto a César para "mostrarle los azotes"; este acto fue considerado de mal gusto y contrarió a todos los que querían mantener las apariencias, aunque se mostraran muy débiles en la defensa del ex triumviro, y epecialmente su compañero Pompeyo, lo que animaba a sus adversarios .

La cuestión de cuándo exactamente expiraba el mando provincial de César ha sido tema de debates académicos durante mucho tiempo y parece poco probable, según Adrián Goldsworthy, que se resuelva alguna vez. Aquí lo traemos a colación, no para entrar en el debate y profundizar en su estudio, sino para observar que muchas y sesudas cuestiones legales, que hacen correr ríos de tinta, son absolutamente triviales; las leyes son demasiadas veces dúctiles a los intereses de los poderosos, como lo prueba el hecho de que, mientras este debate se mantenía en la Urbs, el Senado se reunía en casa de Pompeyo, bajo la presión de las armas, un hombre que había llegado a cónsul y además sine collega, lo que de hecho se cargaba el espítiru de la República, cuando ni tan siquiera había cumplido el requisito previo del cursus honorum.

Como veis la traducción de La guerra civil, además de conocimientos militares, exige otros sobre el funcionamiento de las instituciones romanas. La conjunción de ambas nos proporciona un buen retrato del periodo más interesante de la Historia del pueblo que dominó el mundo (conocido por los occidentales) y dejó un legado impagable.

Esta larga introducción permitirá comprender un poco mejor los debates que se produjeron en el Senado, previos al paso del Rubicón y el inicio de la Guerra Civil.

Dixerat aliquis leniorem sententiam, ut primus M.Marcellus, ingresus in eam orationem, non oportere ante de ea re ad senatum referri quam dilectus tota Galia habiti et exercitus conscripti essent, quo praesidio tutus libere senatus quae vellet decernere auderet. ( De bello civili, Liber I, I (2) Las cosas estaba de tal manera que el más aplaudido era siempre el más radical.

Como se puede observar César no consideraba aún tan peligroso a M.Marcelo y temía más al cónsul L.Lentulus o al yerno de Pompeyo, Escipión, que según las noticias que llegaban al procónsul amedrentaron a Marcelo . El rechazo al veto de los tribunos M.Antonio y Q.Casio, que fueron agredidos por las huestes de Pompeyo serán actos determinantes en la decisión de César.

Muchas cuestiones de las que se han tratado aquí están sometidas, aún hoy, al debate ideológico; quienes nieguen este hecho engañan al que inicia sus estudios en esta o cualquier materia que gire en torno al hombre y sus posicionamientos. El auténtico ilustrado español, Gregorio Mayans, de Oliva, recetaba para fomentar el espíritu y el juicio crítico el estudio de las fuentes. Yo también.

Villa de Pompeyo en El Pincio, de la que hemos hablado en este comentario.

No hay comentarios: