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jueves, 2 de diciembre de 2010

Las Troyanas. Eurípides.



Las troyanas

Fue representada en marzo del año 415 justo después de la masacre de Melos, junto con otras dos tragedias perdidas: Alejandro y Palamedes; constituían una especie de trilogía cuyo nexo era la guerra de Troya. No fue la ganadora del certamen, quedando en segundo lugar.

El mundo griego estaba en una etapa que Tucidides ha considerado como la «falsa paz» puesto que no es razonable tener por época de paz, aquella en la que ninguno de los bandos contendientes cumplen las condiciones estipuladas en la paz de Nicias y las violaciones de la suspensión de hostilidades son continuas.

Destacan por su especial dureza las expediciones atenienses contra Escione y Melos, de gran repercusión en el mundo griego y tomadas como símbolo de la resistencia antiimperialista. En esta fase de la guerra las propuestas moderadas de Nicias, Diódoto eran derrotadas en la Asamblea frente a las propuestas de los halcones Cleón y Alcibíades. El resultado: matanza a todos los hombres adultos y reducción a la esclavitud de mujeres y niños.

Eurípides asume un papel pacifista denunciando los horrores que la guerra genera, todo el mundo pierde en una guerra, incluso los vencedores que quedan degradados moralmente. La denuncia es general contra la guerra aunque se ubique el marco de actuaciones en Ilión.

Por fin, tras diez años de hostilidades, la ciudad ha sido tomada. La devastación es absoluta. La ciudad humea por doquier e impera la violencia gratuita.

Los templos “desplomados ante la carnicería” se lamenta Poseidón dios de los mares, que confiesa su amor por la ciudad “desde el mismo día en que Febo y yo rodeamos de pétreas torres esta tierra de Troya con ayuda de plomadas”.

Tal es la masacre, la desolación y los abusos de las fuerza aqueas que su protectora, la diosa Palas Atenea se siente ultrajada: “¿No sabes que hemos sido ultrajados yo y mi propio templo?” “Y sin embargo nada le han hecho los aqueos, ni siquiera se lo han censurado.” (Se refiere a Casandra que ha sido arrastrada por Ayax Oileo en su templo) le dice a un Poseidón que abandonaba la ciudad puesto que ya no podía recibir culto.

Estos dioses se confabulan para procurar a los aqueos un retorno lamentable, dice Atenea: “me ha prometido (Zeus) entregarme el fuego de sus rayos para lanzarlo contra los aqueos y abrasar sus naves. Por tu parte, haz que el Egeo ruja con olas gigantescas y remolinos; llena de cadáveres la cóncava bahía de Eubea para que en el futuro aprendan los aqueos a respetar mis templos y a venerar también a los demás dioses”, clara referencia al Palamedes, otra tragedia de la trilogía: Odiseo, rico en ardides, no puede soportar a alguien más inteligente que él. En efecto Palamedes descubre el plan de Odiseo para eludir la guerra y éste trama una estratagema para condenarlo a muerte. Palamedes comunica la injusticia cometida contra él a su padre Nauplio mediante un remo escrito, pues pasaba por ser el inventor de la escritura. Cuando los aqueos retornan a sus respectivas patrias, naufragan frente a las costas de Eubea, las naves supervivientes son atraídas mediante engaño a una zona de islotes para estrellarlos. Los marineros supervivientes son asesinados en la costa.

Las mujeres troyanas supervivientes y los niños son cautivos. Las fuerzas argivas proceden a sortearlos. Hécuba, Casandra, Andrómaca y Helena pasan de ocupar los puestos más elevados entre las mujeres troyanas a ser simples esclavas.

Helena, la causante del conflicto según la aceptada versión homérica, le es asignada a Menelao para que el mismo la mate. Pero ella no es la responsable de las penalidades sufridas por las fuerzas aqueas y las frigias, es Ate. Veamos como defiende su vida frente a Menelao:

“En primer lugar, ésta fue quien engendró el origen de los males cuando alumbró a Paris. Después nos perdió a Troya y a mí el anciano que no mató al niño Alejandro (Paris) bajo la forma de un tizón. Escucha ahora lo que se ha seguido de aquí. Éste dirimió el juicio de las tres diosas: el regalo de Palas a Alejandro era conquistar Grecia al frente de los frigios; Hera (esposa de Zeus) le prometió el dominio de los límites de Europa y Asia si Paris la elegía, y Afrodita, ensalzando mi figura, le prometió entregarme si sobrepasaba a las diosa en belleza. Escucha las razones de lo que pasó después: venció Cipris a las diosas y en esto mi boda beneficio a Grecia: ni fue dominada por los bárbaros ni os sometisteis a su lanza ni a su tiranía. En cambio lo que hizo feliz a Grecia me perdió a mí, que fui vendida por mi belleza. Y se me insulta por algo por lo que deberíais coronar mi cabeza”…

“Castiga a la diosa, hazte más poderoso que Zeus, quien tiene el poder sobre los demás dioses pero es esclavo de aquella. Y ten comprensión conmigo.”

Y concluye: “¿Cómo pues, esposo mío, va a ser justo que muera a tus manos yo, a quien uno desposo a la fuerza y que lejos de salir victoriosa, tuve que servir amargamente en mi segunda casa? Si quieres ser superior a los dioses, tal pretensión es insensata por tu parte.”

A los dioses tradicionales, Hécuba (esposa de Príamo, rey de Troya), hilo conductor de la obra, le opone unos dioses bastante más racionales. Veamos su parlamento:

“No creo que Hera y la virgen Palas llegaran a tal punto de insensatez como para que una vendiera Argos a los bárbaros y Palas esclavizara Atenas a los frigios, cuando vinieron al Ida de broma y por coquetería. ¿Por qué iba Hera a tener tantos deseos de aparentar belleza? ¿Acaso para conseguir un marido mejor que Zeus? Y Atenea, ¿perseguía el amor de algún dios, ella que pidió virginidad a su padre por huir del matrimonio? No trates de hacer de las diosas unas insensatas por adornar tu maldad…”. “Has dicho que Cipris – y esto sí que es ridículo – marchó junto con mi hijo a casa de Menelao. ¿No podría haberse quedado tranquilamente en el cielo y transportarte a ti con todo Amiclas hasta Ilión? Si mi hijo era sobresaliente por su belleza, tu mente al verlo se convirtió en Cipris; que a todas sus insensateces dan los mortales el nombre de Afrodita. Cuando lo contemplaste con ropajes extranjeros y brillante de oro se desbocó tu mente. Y es que en Argos te desenvolvías con pocas cosas, pero si abandonabas Esparta pensabas que inundarías con tus gastos la ciudad de los frigios que manaba oro…”

Esta respuesta es, en realidad, auténticamente impensable para un micénico del siglo XIII o XII a.C. hubiera aceptado las razones ofrecidas por Helena pues son las Moiras las que reparten lo que a cada ser humano le ha de acontecer. No hay elección posible. Sin embargo Hécuba responde como lo haría un griego del siglo V a.C. ahora hay democracia en Atenas y por tanto el hombre posee capacidad de elección ante diferentes opciones.

Andrómaca, viuda de Héctor, es asignada al hijo del asesino de su marido que reclama desde su tumba el sacrificio de Políxena (hija menor de Hécuba), Neoptólemo; debe soportar que le arrebaten de sus brazos a su pequeño hijo, pues le dice Taltibio, heraldo del ejército danao: “Ha prevalecido la opinión de Odiseo entre todos los griegos… y hay que arrojarlo desde los muros de Troya. Así va a suceder, muéstrate prudente… si te callas y llevas bien tu suerte, no dejarás su cadáver sin enterrar y tú misma tendrás a los aqueos mejor dispuestos.

Casandra, hija de Hécuba, oráculo de Apolo y condenada a no ser creída por nadie por rechazar los requerimientos amorosos de éste. Es asignada a Agamenón “… en unión secreta, despreciando las leyes divinas y toda religión” dice Posidón. Hecho que le produce gran satisfacción pues ello conlleva la destrucción total de la casa de Agamenón.

No admite otra interpretación lo que Eurípides pone en boca de Casandra: “Y es que, en verdad, el hombre prudente debe evitar la guerra; pero si da con ella, es hermosa corona para su ciudad el morir con honor, mas es deshonra… ”

Hay una cuestión que me desconcierta: Casandra, la sacerdotisa de Apolo llega a decir “Que si existe Loxias…” Se denominaba Loxias a Apolo porque sus oráculos eran muy ambiguos. Eurípides cuando menos profesa un gran escepticismo en cuanto a la existencia de los dioses.

Los héroes homéricos son pintados como embusteros, taimados, violentos y homicidas.

Pero no solamente nos refiere las terribles secuelas de la guerra en esta obra sino que nos arroja luz acerca de la situación de la mujer griega respecto a los hombres, así Hécuba llega a decir:

“Mis hijas, a quienes eduqué con esmero en la virginidad para honra y prez de sus esposos”

Y Andrómaca:

“En primer lugar, abandoné el deseo de no quedarme en casa, lo cual – haya o no haya motivo de reproche para las mujeres – arrastra por sí solo mala fama. No permitía a las mujeres dentro del palacio palabras altaneras. Me bastaba con tener en mí misma un maestro honesto, la inteligencia. A mi esposo siempre le ofrecí una lengua silenciosa y un aspecto sereno. Conocía aquello en lo que tenía que prevalecer sobre mi marido y sabía concederle la victoria en lo que debía… Tú me tomaste virgen de casa de mi padre y fuiste el primero en unirte a mi lecho de virgen.”

Este era el modelo acuñado por el hombre para la mujer. Las Troyanas pues, no ha perdido actualidad. El hombre aún no ha podido superar, desafortunadamente, estos problemas.

J. E. Acaulis.



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