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sábado, 12 de febrero de 2011

César versus Napoleón. Austerlitz de Abel Gance.



Tras años de trabajo con mis alumnos, puedo afirmar que los que me han seguido más tiempo, pueden entender muy bien el cometario sobre el film de Abel Gance que voy a realizar. A su tierna edad conocen al estratega militar, pero también al estadista, escritor,y el hombre que fue Julio César, así como la literatura y la producción cinematográfica en torno a este personaje. Algunos han estado en Roma y han pisado sus escenarios, plano en mano, sin guía turística al uso, lección que nunca olvidarán. La admiración por este hombre inspiró a otros de gran talla como Napoleón Bonaparte, aunque de significación política distinta. Sólo concidirán en sus deseos de expansión y creación de un gran imperio que abarcara gran parte de Europa, al menos hasta el río Rhin, en el caso del romano. Se lo dedico a ellos en momentos muy cruciales para mí.

Pero un buen elenco de estrellas no siempre garantiza un buen film; este es el caso de Austerlitz de Abel Gance, que reconstruye para la pantalla la batalla en la que Napoleón venció a los tres emperadores de Austria, Prusia y Rusia, que ha dejado como recuerdo el Arco del Triunfo de los Champ Elysee, por el que Sacha Guitry hace pasar al fantasma de Napoleón. En mitología griega los Campos Elíseos son una de las partes de los Infiernos. De este significado provienen o se derivan todos los demás, que suponen una mirada a la grandeza de la antigüedad greco-romana.

El film de Abel Gance es un relato de batallas aburridas, coronaciones representadas en un teatrito con muñecos de cerámica y contadas por un personaje-narrador, a modo de ensayo ante familiares y criados de Napoleón , historias de lujo, nepotismo, infidelidades... La figura del estadista-general queda reducida a sus ambiciones, mal enmarcada en la Historia y falta de interés y pasión , y no sólo por falta de presupuesto, sino por la orientación del guión.

Napoleón era un buen estratega y un estudioso de otro gran general: Cayo Julio César, cuya magna obra La Guerra de las Galias anotó y comentó. El estadista romano escribió esta obra en tercera persona para crear una impresión de objetividad y justificarse de este modo ante sus enemigos en Roma, los Optimates. Sus triunfos militares le han convertido en objeto de estudio de las Academias militares, pero entre él y Napoleón hay una diferencia importante. La humanidad no había avanzado demasiado hasta la Revolución Industrial, pero el invento de la pólvora cambió todo el teatro de operaciones e introdujo innovaciones importantes: los hombres ya no se enfrentaban en un cuerpo a cuerpo, sino en un cuerpo a bala o a explosión. Con eso tuvo que torear Bonaparte. El progreso va acabando con las ilusiones de los que sueñan con hazañas gloriosas y especialmente en la era de Avatar, en la que los soldados no ponen pie en tierra hasta que la nueva caballería, la aviación, ha arrasado el terreno. Como dice el 'héroe' del film de Cameron es una maravilla ver la muerte desde arriba. Tiene poco de heroico.





No demasiado tarde se construyeron las trincheras y se estabilizaron los frentes, lo que prolongó la duración de las guerras y el sufrimiento de la población. Historiadores suizos consideran que César ganó la guerra más con la azada que con la espada. Son famosas sus construcciones militares que le hicieron invencible: puentes, torres de asedio, calzadas, campamento higiénicos... y en muy pocas ocasiones, a lo largo de sus siete libros, dedica alguna página a actos heroicos de algún centurión u oficial. Se recomienda leer a Goldsworthy o a Momsen para entender qué pudo atraer a Napoleón del gran estadista romano.

El film de Abel Gance es la otra cara de la moneda del de Sacha Guitry, y fantasías aparte, se echa de menos la significación real de Bonaparte en el proceso que transformó Europa y los EE.UU. de América en las potencias de Occidente y el papel que jugó el estadista Napoleón Bonaparte, por qué se enfrentó a los tres emperadores, y cu+al era la causa de la rivalidad entre Francia e Inglaterra, se respetara o no el tratado de Amiens. Al final del film un soldado le pide permiso para cantar La Marsellesa y él, tras observar la muerte de sus conciudadanos en el campo de batalla, lo concede excepcionalmente. ¿Qué había cambiado desde la toma de la Bastilla? Hubiera estado bien dar alguna pincelada; el papel de Napoleón fue el mismo que el de Stalin: frenar la revolución y afianzar sus conquistas. De esta idea sólo quedan los bailes, la ambición, el poder de la reacción que le confinó primero en Elba y luego en Santa Elena, con la esperanza de que volviera el Ancien Regime, que jamás se materializó, salvo que alguien esté dispuesto a demostrar lo contrario.

Los fans del cine bélico se entusiasman con la parafernalia militar (uniformes, formaciones militares, estrategias que llevan al triunfo o al fracaso...), los que no somos entusiastas del género pedimos también un poco de rigor y precisión histórica. Esta época no sólo volvió los ojos a los aspectos marciales, sino que el neoclasicismo impuso su gusto en la sociedad civil, sus construcciones, manifestaciones artísticas, vestuario, decoración...El pintor David fue un fiel cronista del momento y recogió en sus pinturas no el acto protocolario de la coronación, sino el momento en el que Napoleón arrabata la corona al Pontifice romano y corona con sus propias manos a la emperatriz Josefina, acto cargado de simbolismo que supuso la separación del poder religioso y temporal y que cimentó la laicidad francesa. Ante el vacío es imposible la réplica, solo cabe señalarlo.

Julio César no sufrió está presión de la religión, ya que además de otros cargos acumuló el de Pontifex Maximus, y la única forma que encontraron sus enemigos de liquidarle fue el asesinato puro y duro. Napoleón tuvo que conformarse con una muerte lenta, aislado en la Isla de Santa Elena.

Casi dos mil años después los galos intentaron su revancha y dominar el mundo emulando al antiguo imperio romano; sus incursiones en el oriente próximo se limitaron a alguna razia en Egipto, que fue expoliado y enriqueció los grandes museos europeos con los saqueos de los celtas continentales y britanos. Esto no tiene demasiado rigor, pero ilumina.

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