Objetivos

sábado, 16 de enero de 2010

Juan Manuel Pastor.Nicolás de Maquiavelo







Maquiavelo, un florentino muy particular.

Según Arnold Hauser la mayor aportación de Maquiavelo al desarrollo del pensamiento occidental fue su teoría y su programa del realismo político , en el que se encuentra la clave de la visión del mundo del manierismo. Pero Maquiavelo no inventó el maquiavelismo, esto es la separación de la práctica política y los ideales cristianos, ya que cualquier pequeño príncipe renacentista era ya un maquiavélico nato. Sólo la doctrina del racionalismo político y la práctica planeada de modo realista fueron sus verdaderas aportaciones. La economía capitalista supondrá en un futuro muy lejano una ilustración de las teorías de Maquiavelo.

Pero, como afirma el propio Hauser, no se puede sobreestimar la importancia de Maquiavelo para sus contemporáneos y para la primera y segunda generaciones inmediatamente siguientes. El siglo quedó aterrorizado al encontrarse con el primer psicólogo del develamiento, el precursor de Marx, Nietzsche y Freud. Sólo mucho después, superado el trauma, Maquiavelo tendrá suma influencia en importantes áreas del pensamiento como por ejemplo el drama inglés de la época isabelina y jacobina, en la personificación del disimulo y la audacia.


En definitiva no fueron las violencias de los tiranos las que causaron la conmoción general…sino la justificación de sus métodos por un hombre que hacía valer, junto a la filosofía de la fuerza, el evangelio de la clemencia, junto al derecho del hábil también el del noble. Junto a la moral del “zorro” también la del “león”. Desde que hubo señores y súbditos, amos y criados, explotadores y explotados, hubo también dos distintos órdenes de patrones morales, uno para los poderosos y otro para los débiles. Maquiavelo fue sólo el primero que puso ante la conciencia de los hombres este dualismo moral e intentó justificar que en los asuntos de Estado valen otras máximas de actuación que en la vida privada, y, que, en primer lugar, los principios morales cristianos de la fe dada y verdad no son absolutamente obligatorios para el Estado y para los príncipes. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un único paralelo en la historia de la humanidad occidental, y es la doctrina de la doble verdad, que escindió la cultura de la Edad Media y dio paso a la época del nominalismo y el naturalismo. La obra de Maquiavelo produjo un corte intelectual de tal manera que un experto en la materia podría determinar si una obra fue escrita antes o después de que el autor conociera sus ideas.

La doctrina de la doble moral pasa a las gentes de la forma más incontrolada, hasta tal punto que Maquiavelo hizo escuela en todas las zonas del vivir. Incluso el Concilio de Trento se convirtió en la alta escuela del realismo político, y la victoria de esta concepción significó el fin de la unidad del cristianismo occidental. Con la convocatoria del Concilio cesó el liberalismo de la Iglesia respecto al arte. La producción artística de la Iglesia fue puesta bajo la vigilancia de teólogos y un claro ejemplo fue la intervención en el Juicio Final de Miguel Ángel que sólo en los últimos tiempos de nuestra era ha sido rehabilitado. Estos años de cambios bruscos han sido designados por Julius Schlosser como las horas natales de la gazmoñería, pues la ambigüedad dominante de los sentimientos se debe a la escisión de la cultura que reúne en sí las mayores antítesis: el sentimiento más espontáneo con la más insoportable afectación, la más estricta fe en la autoridad con el individualismo más caprichoso y las representaciones más castas con las formas más desenfrenadas del arte.


Algunos autores coetáneos de Maquiavelo se preguntan sobre qué tiene mayor peso en la fortaleza de una república, si la virtus del príncipe o la fortuna. En la dedicatoria De hominibus doctis de P.Cortese (Nápoles 1575-1621 o 1627) éste alaba el mecenazgo artístico de Lorenzo de Médicis, el Magnifico, aunque al principio se pregunta si se debe a su virtus o a la fortuna, concluyendo que, en el príncipe ha tenido más peso la primera que la segunda Hemos de tener en cuenta que los virtudes clásicas que debían adornar a un aristócrata eran la virtus, la auctoritas y la dignitas (no se puede confundir el poder con la autoridad).

Muchos autores clásicos, como Plutarco o Titus Livius (que atrajo desde niño a Maquiavelo), han sostenido que en la adquisición del imperium ( el poder) ha tenido mucha más influencia la fortuna que la virtus, lo que explica que dedicaran tantos templos a la Diosa Fortuna. Esta opinión no es compartida por Maquiavelo que afirma que “(…nunca ninguna república…haya sido ordenada para su prosperidad como lo fuera Roma. Porque la virtus de los ejércitos le hizo conquistar el imperio y el orden en la manera de proceder y su modo propio de hacerlo, hallado por su primer dador de leyes, le hicieron mantener lo conquistado…)

Para Giucciardini (Florencia 1483- Arcetri 1540), amigo de nuestro autor, aunque la prudencia y la virtus del hombre sean grandes necesita además de la buena fortuna (¿suerte, azar?). Pone como ejemplo a Fabio Máximo, llamado Cunctator , el que duda (para Adrián Goldsworthy el escudo, frente a Marcelo, al que llama la espada) que pudo ser meditabundo porque se vio inmerso en una guerra en la que la fogosidad era perniciosa y la lentitud útil. Por tanto su fortuna consistió en que sus tiempos necesitaban de esa cualidad que él poseía, que hubiera sido fatal en otras circunstancias.

Maquiavelo hace ciertas referencias a César y el cesarismo que quiero matizar. Tanto César como Maquiavelo eran hombres de su tiempo, por lo que no podemos analizar a la tiranía y a los tiranos que citan como hombres de la actualidad. Ambos no podían ni sospechar que llegaría un día en que una revolución llevaría al poder a la escoria de sus respectivas sociedades. Me refiero a la Revolución Francesa (1789). César vivía en una república perfecta con unas instituciones republicanas poderosas y un cursus honorum institucionalizado, en el que la sociedad dominante era esclavista y el llamado imperio estaba habitado por multitudes de hombres libres que carecían incluso del derecho de ciudadanía, por cuya extensión lucharon los populares desde la época de Mario, pero que no se consiguió plenamente hasta Caracalla (Constitución Antoniniana, 212 d.C.)

César era un republicano en un momento en que las facciones imperaban en Roma, donde había dos grupos o partidos dominantes : los populares, entre los que militaba César, a los que se identifica con la demagogia ( la mayor parte de sus representantes eran nobles, que se hacían adoptar por plebeyos para acceder a cargos como el tribunus plebis, como Clodio, - plebeyización de su nomen -que pertenecía a la familia Claudia ) y los optimates ( los buenos, los mejores, los hombres honrados de Shakespeare, espíritu que aún hoy impera en ciertos sectores que los oponen a los ganapanes o de origen humilde) que representaban a la nobleza, que contaba con figuras como Catón, Cicerón , los Lutacios, Lentulos, Cepiones, Brutos…Las luchas entre ambos y la miopía de los “republicanos” que pretendían dominar una gran extensión territorial desde un pueblo de campesinos-terratenientes, sin extender derechos, como la ciudadanía, produjo la descomposición del imperio. Lo que vino después, el cesarismo, es precisamente lo que los republicanos-optimates pretendían evitar y aceleraron con su torpeza. Calígula, en autores como Suetonio , llegó a hacer cónsul, o senador según las versiones, a su propio caballo, lo que prueba el desprecio que había alcanzado a las instituciones republicanas.

Theodor Mommsem hablando de César, de Julio, dice “La monarquía de Julio César no era el despotismo oriental por la gracia de Dios, sino la monarquía que Cayo Graco había querido instaurar, la misma que fundaron Pericles y Cronwell: la propia nación representada por su supremo e ilimitado mandatario. En este sentido, las ideas que inspiraban la obra de César no eran, realmente, nuevas; pero fue él quien les dio realización, que es siempre y en último término lo que decide, y a él le corresponde el mérito de la grandeza de su ejecución la cual habría sorprendido al hombre genial que concibiera la idea, si hubiera podido presenciarla, como llenó, llena y llenará por siempre de la más profunda emoción y admiración a quien la contempló en la realidad viva o la contempla hoy o haya de contemplarla mañana reflejada en el espejo de la historia, cualesquiera que sea la época histórica a que pertenezca o las ideas políticas que profese, en la medida de su capacidad de comprensión para la grandeza histórica y humana. No podemos pasar por alto que el acto supremo de los “republicanos-optimates” romanos fue el asesinato del Idus de marzo que desató unas fuerzas que nadie supo controlar.

Tras este largo preámbulo quiero reforzar la idea que expusimos al principio: que Maquiavelo desveló la existencia de una doble moral, y ese fue su gran mérito, pero no dejaba de ser un hombre de su tiempo, inmerso en las contradicciones de las circunstancias que le tocó vivir, que, como veremos después, sentía cierto desprecio por las clases en las que empezaba a germinar una revuelta que estallaría más de doscientos años después y que enterraría definitivamente el mundo que conoció. Las transiciones históricas exigen un tiempo muy dilatado

Al hablar de César y el cesarismo ( que yo creo que se debe separar bien) cita a Catilina, quizás otro adelantado de su tiempo, y al que, como buen perdedor le tocó no sólo un juicio histórico excesivamente tendencioso (Catilinarias de Cicerón, La conjuración de Catalina de Salustio…) sino un ajusticiamiento de los suyos sin juicio, lo que le costaría después la vida a Cicerón, un hombre nuevo que se puso al servicio de los aristócratas patricios, los optimates, aunque nunca dejó de ser un advenedizo de Urbino.

Muestra cierta ingenuidad la alabanza de Tito, Nerva, Trajano, Adriano… y habría que consultar las historias de pueblos como los dacios, actuales rumanos, entre otros. También el que considere que “…cuando gobierna alguno de los buenos, hay un príncipe seguro en medio de sus ciudadanos también seguros; se verá también lleno de paz y de justicia el mundo; se verá al senado con su autoridad propia y a los magistrados con los honores que les corresponden; se verá a los ciudadanos ricos gozar de sus riqueza; se verán exaltadas la virtud y la nobleza; se verán por todas partes el sosiego y el bien; por otra parte, se verá que están extinguidos todos los rencores, todas las licenciosidades, corrupciones y ambiciones; se verá retornada la edad de oro, en la cual cada uno puede sostener y defender la opinión que quiera. Finalmente se verá al mundo triunfante, lleno de reverencia y gloria al príncipe y de amor y seguridad de los pueblos…” No se puede evitar el sentimiento de que estos pensamientos están tufados de un alto grado de utopía y me vienen a la memoria obras como El vizconde demediado de Italo Calvino o el filme de Fellini La dolce vita.


Maquiavelo afirma que muchas ciudades (hay que tener en cuenta que él habla de ciudades-estado) se administran bajo el nombre de república y sus gobiernos, con frecuencia, se rigen por el sometimiento y el libertinaje. La libertad es frecuentemente mancillada por los servidores del libertinaje, que son las gentes del pueblo, y por los servidores de la esclavitud, que son los nobles. Sólo cuando surge (¿por fortuna?) un ciudadano sabio, bueno y poderoso que apacigua los humores de unos y otros, se desarrolla una ciudad libre y un Estado estable y firme. Pero la estabilidad de un Estado, y en eso hay acuerdo, no puede depender de un hombre bueno, ni puede permanecer unido permanentemente. Lo malo no es que surjan las divisiones inevitables sino facciones y sediciosos que se mueven por intereses privados, beneficiando a tal o cual ciudadano, “defendiéndolo de los magistrados, ayudándole con dinero, haciendo que consiga inmerecidos honores y gratificando a la plebe con juegos y con mujeres públicas.” El gobernante sólo puede asegurar la estabilidad de la república por el camino de la cosa pública, del bien general. Pero, si cuando hablábamos de César señalábamos que vivía en una sociedad esclavista y repleta de ciudadanos libres sin derechos, en la Florencia de Maquiavelo, según Larivaille, sólo una limitadísima capa de la población podía optar, en un régimen que se decía democrático, a una parcela de poder, ya fuera económico o político, mientras que una gran mayoría de miserables no poseía nada ni tenía derecho alguno. Por su parte, la terminología de la época subraya claramente el carácter insignificante de esas masas indistintamente aglutinadas bajo el apelativo de plebe, frente al calificativo de pueblo, reservado sólo a los ciudadanos de pleno derecho.

De manera coherente con este pensamiento reprocha a Francesco Sforza, su utilización de la milicia para fines propios, digamos particulares, lo que supone, como hemos visto, un pecado capital para Maquiavelo. Le echa en cara incluso su incapacidad, pues a pesar de la utilización torticera del ejército no logra su objetivo: llegar a ser príncipe de su ciudad.

Dejemos de momento al pensador y pasemos al hombre. Mauricio Virola, compañero ficticio en sus delicadas misiones diplomáticas y en sus francachelas con los amigos, sus aventuras pasionales, afirma en La sonrisa de Maquiavelo que su célebre sonrisa se debía más al desencanto que al cinismo. Sus cualidades más relevantes fueron su carácter burlón e irreverente y su sutilísima inteligencia. Estaba más fascinado por las cosas de los hombres dotados de grandeza que preocupado por el alma, la vida eterna y el pecado. En su famoso sueño prefería el infierno en compañía de los grandes políticos al paraíso al lado de los santos. Al morir era ya un hombre triste, decepcionado y resignado ante la estupidez, la malignidad y la ferocidad de los hombres que se encarnizaron contra él. Entre los escritores modernos amaba sobre todo a Dante, y a continuación a Petrarca y Bocaccio. Para Maquiavelo, Dante fue maestro de estilo y de sabiduría.

Según Viroli “Muchos hombres, entonces y hoy, aman engrandecer sus propias virtudes y cualidades; Nicolás se divertía agrandando sus propios vicios, y hasta atribuyéndose los que no tenía. En Florencia era famoso, más que como escritor de asuntos políticos, comediógrafo e historiador, por su desinhibición frente a todos y frente a todo, por sus inimitables frases ingeniosas, sus cuentos y sus bromas.” Sus amigos lo llamaban il Machia. Conoció también con intensidad la dureza de la vida.”Lo que no hicieron los libros lo hicieron las calles, las plazas, las iglesias, los banquetes y tabernas de Florencia, una escuela única del mundo, espléndida y dura, que casi lo obligó a vivir una existencia digna de ser contada.

Muy influenciado por Savonarola, fraile dominico y padre espiritual y político de Florencia, creía que los pecados de los pueblos nacen de la conducta de los príncipes. Pero Savonarola fue víctima de la república y del odio de la curia romana; el 15 de marzo de 1498 la Señoría autorizó que fuese interrogado y torturado en presencia del enviado papal, el cardenal Francesco Romolino. El 23 de mayo fue condenado a muerte bajo la acusación de herejía. Al día siguiente por la mañana fue ahorcado en la Plaza de la Señoría. Su cuerpo fue quemado y sus cenizas dispersadas en el Arno, por temor a que fuesen recogidas y custodiadas por el pueblo como reliquias. Nicolás tenía 29 años y, aunque nunca fue un secuaz del fraile, un piagnone (llorón), dijo de él que era un profeta desarmado que gozaba de la admiración de los mejores ingenios de la Florencia de la época. Pero “…ni su elocuencia, ni la severidad de sus costumbres fueron suficientes para salvarlo del odio de los corruptos y de la corruptísima corte papal…” Cinco días después de la ejecución del dominico, el Consejo de los Ochenta propuso como Secretario de la Segunda Cancillería a nuestro Niccolò”

A pesar de estar casado tuvo numerosas amantes, entre las que se encuentra la bella dama de Ponte delle Grazie, que lo aguardaba según el deslenguado Andrea di Romolo “con el coño abierto” En agosto de 1501 se casa con Marieta Corsini, de condición social similar a la suya. Pero, como ya hemos dicho, incluso casado, nunca dejó de lado su gusto por las mujeres y los amores que toda Florencia conocía muy bien, pues no hacía nada para ocultarlo; no obstante, a ella, más que las infidelidades le pesaban las ausencias que conllevaba su cargo.

En su formación humanística tuvo una gran influencia la lectura de Titus Livius, que contribuyó en la toma de conciencia de la crisis de la política y la civilización de la época. Para Martín de Riquer su nombre se convirtió en un concepto siniestro, a menudo confundido con lo mefistofélico, con el significado de implacable astucia traicionera para lograr los propios fines; en este sentido la época subsiguiente estableció, hipócritamente, una vasta polémica contra la inmoralidad del pensamiento maquiavélico, que, de hecho, no hacía sino expresar claramente los criterios de la Realpolitik perennemente vigentes en la historia. Como dijo Eugeni d’Ors el verdadero maquiavelismo empieza por no escribir; es, literalmente impolitico enseñar las cartas con que se juega, y, por eso resulta verosímil la leyenda de que el príncipe, cuyos favores trataba Maquiavelo de recuperar con su libro, se limitara a agradecérselo enviándole una partida de botellas de vino, lo que maquiavélicamente se ha aprovechado para crear una marca de vinos con el nombre del autor.

La Italia que le toco vivir a Nicolás Maquiavelo era un mosaico de estados cuya dimensión territorial, régimen político, desarrollo económico, incluso cultura, eran muy variados. Cinco grandes estados “regionales” enfrentados en frecuentes conflictos: el reino de Nápoles, en poder de la corona de Aragón; los estados pontificios; el estado florentino, bajo la férula de la familia Médicis desde hacía varios decenios; el ducado de Milán, y la república de Venecia. En torno a estos cinco estados gravita un número indeterminado de otros menores, teóricamente independientes y soberanos, pero, de hecho, obligados…a adaptar su política, según las propias conveniencias, a la de uno de sus poderosos vecinos. Esta fragmentación territorial, que favorece eternas rivalidades será catastrófica para la península.

Con la muerte de Lorenzo del Magnífico en 1492 y la llegada al papado de Alejandro VI se rompe el precario equilibrio creado por el Medicis; los enfrentamientos entre Milán y Nápoles, rivalidad Norte-Sur que aún hoy se palpa en Italia, debilitan a la península y favorecen la intervención de las potencias de la época, y especialmente de España y Francia. En 1494 Carlos VIII, bajo el pretexto de los lazos que unen a los Valois con la familia de los Anjou, despojada por los aragoneses del reino de Nápoles, cruza los Alpes e inicia un periodo de guerras que durará hasta el tratado de Cateau-Cambrésis en 1559.

Las invasiones extranjeras ponen en evidencia la carencia de una política nacional, que se reduce al plano de las relaciones entre los diferentes estados Aunque algunos sectores intelectuales que siguen el lema de Julio II, Fuori i barbari, se oponen al imperio galo, la praxis política y el debilitamiento de ciudades como Venecia favorecerán la intervención extranjera. No existe, pues, un sentimiento de italianidad, a pesar de que parece que en la plebe, excluida de la vida pública, y en ciertos gremios de las capas más altas de la sociedad había enraizado cierto sentimiento nacional que se manifestaba en una conciencia geográfica, que situaba a los Alpes como el límite natural de su país; también existía una conciencia étnica i lingüística, aunque pervivirán diferencias durante mucho tiempo. Pero el elemento de cohesión más importante es la conciencia que tienen las diferentes ciudades de ser herederas y depositarias de la herencia de Roma, de una Historia, una cultura y un arte de vivir común y superior al de los conquistadores bárbaros, que acabarán siendo conquistados por su refinamiento.

Para comprender mejor la evolución política florentina, Paul Larivaille se remonta cien años atrás, antes de la llegada de los Medicis al poder, y analiza la organización política de la ciudad. En la cúspide de la jerarquía político-administrativa hay tres organismos que desempeñan las funciones esenciales del poder ejecutivo::

1. La Signoria o magistratura suprema. Está formada por 9 priores, dos representantes de cada uno de los barrios de la ciudad, más un noveno, propuesto alternativamente por cada barrio, que recibe el nombre de Gonfalonero de Justicia y preside el Consejo de los Priores. Es el jefe supremo del ejército.
2. El Colegio de los 16 Gonfaloneros (Colegio de los 16), que agrupa a los portaestandartes de las 16 compañías militares o Gonfalones, cuatro por cada barrio, de los que se compone la milicia urbana.
3. El Colegio de los 12 Hombres de Bien (de los 12 Sabios), en el que cada barrio tiene tres representantes.

Las decisiones se aceptan con el voto favorable de dos tercios, con lo que se quiere evitar el surgimiento de un poder personalizado, pero tiene a la vez un efecto inmovilizador. Además existen un gran número de consejos o cargos aislados: Ufficiali de parti guelfa, los Sei di Mercancía, los Otto di Guardia, el Monte (que administra la vida pública…)

El poder legislativo está a cargo de dos asambleas: El Consejo del Pueblo y El Consejo Municipal, cuyos proyectos se aprueban por mayoría de dos tercios.

Extraordinariamente la Signoria tienen la facultad de convocar asambleas consultivas, como las Pratiche, y en caso de guerra o tensiones graves puede convocar un Parlamento, que realiza una asamblea extraordinaria más restringida, La Balia, a la que se confiere un poder dictatorial provisional que debe cesar cuando desaparezcan las circunstancias que la justificaron.

Tenían un sistema electoral muy refinado. Para formar parte de estas instituciones era condición imprescindible que el abuelo o bisabuelo del candidato hubiesen sido seduto (sorteados y elegidos en una de las tres funciones mayores) o veduto (sorteados pero no elegidos porque habían cubierto el cargo o no estaban en orden con los impuestos, es decir, no estaban limpios como espejos). Este sistema que se remonta a 1328 y se pone de nuevo en vigor en 1415, consta de dos fases:

1. La calificación o elección, cada cinco años, de un importante número de ciudadanos por los respectivos gonfaloneros; a continuación se sometían al voto de un grupo restringido de ciudadanos (los inscritos en los registros gremiales). Los que obtenían más de dos tercios de los votos se introducían en una bolsa (imborsazione o embolsado) por los accoppiatori, que jugarán un papel importante ya que reparten los nombres entre las múltiples borse.
2. El sorteo. Cada vez que queda un cargo vacante se procede a la insaculación y se eliminan a los veduti.

No obstante el proceso era muy complejo y daba lugar a manipulaciones, ya que algunos nombres estaban en diversas bolsas y no se mezclaban los seleccionados de los arti magiori y los del arti minori o gremios menores, reservados a los artesanos. La plebe está excluida e il popolo (pequeña y mediana burguesía) tenían una escasísima representación, por lo que el riesgo para el sistema estaba en su propio corazón: el clan de las grandes familias. Cuando Cosme de Medicis vuelve a Florencia, tras un exilio impuesto por la familia de los Albizzi en 1433, decide actuar desde dentro del sistema para fortalecer el poder de los Medicis , que regirán la ciudad durante generaciones. Gobierna desde la trastienda, sin prisas pero sin pausas, asegurándose no sólo la fidelidad de los suyos sino la de los accoppiatori para controlar la Señoría. Para contener las tensiones subyacentes crea una clientela de baja condición social (gente nowva), que le será absolutamente fiel. Excluye a los candidatos rivales molestos, escudándose en un sistema fiscal puntilloso, que los convierte en veduti, y convocando balie con el apoyo de asambleas populares. Llega incluso a crear consejos nuevos, como el Consiglio dei cento, renovable cada seis meses, que tras la crisis de 1458, se convertirá en el nuevo pilar del régimen de los Medicis.

Ninguna de estas tretas es ilegal y, poco a poco, se va convirtiendo en el árbitro de las querellas florentinas, generando una monarquía larvada, un sistema de gobierno personal, que bajo la apariencia de una democracia, vacía de contenido las instituciones republicanas. No obstante, su nieto Lorenzo el Magnífico recibirá más que un estado un modo de hacer, que el perfeccionará, reformando, en primer lugar, el Consejo de los Cien y eligiendo una Señoría afín que aprobará una Ley que le otorgará un poder permanente .En 1478 se produce un hecho muy importante que le permitirá otro golpe de timón: una conspiración capitaneada por los Pazzi, apoyados por el Papa Sixto IV, intenta asesinarlo junto con su hermano en la Catedral. Él sale airoso, pero su hermano muere, lo que da lugar a una feroz represión y a una lucha sin cuartel con el Pontífice, que busca la ayuda de Nápoles. Lorenzo acude como embajador a este principado y negocia una paz con Fernando, basada en el estatus quo. Esta victoria diplomática le permite la creación de una nueva Balia que reduce el Consejo a 70 miembros vitalicios de probada fidelidad a los Medicci y que sustituyen a los accoppiatori en la elección de la Señoría. No obstante, la correspondencia de Lorenzo con sus colaboradores, cuando se ausenta de Florencia en 1485, muestra la dificultad que a veces tiene en imponer sus decisiones incluso entre el limitado grupo de sus fieles cuando se debe alejar más de diez millas de Florencia, lo que debe hacer frecuentemente a causa de la gota que padece y que le obliga a buscar paliativos en balnearios fuera de la ciudad. La situación llega a tal extremo que alguno de sus colaboradores le aconseja endurecer el régimen; los últimos años de su vida el poder se hace más opresivo, lo que aumenta el número de críticas que alimentan movimientos como los del fraile Savonarola, que no duda en proclamar su tiranía. Pero Lorenzo no llega a convertirse en ese tirano, lo que hace a Larivaille preguntarse si esto se debe a su enfermedad o a que sólo pretendió ser un primus inter pares. Sea cual sea la razón Lorenzo siempre prefirió la diplomacia a la imposición; lo cierto es que en su época Florencia se convirtió en un principado de hecho, bajo la máscara de un caricaturesco régimen republicano.

El sucesor de Lorenzo, Pedro de Médicis, hizo gala de un autoritarismo torpe que, unido a la disoluta vida que llevaba le hizo perder pronto el favor popular que se había ganado su antecesor. También cometió graves errores en política exterior, hasta el punto de que los representantes de la Banca Médicis fueron expulsados de Francia en junio de 1494 y el potente comercio florentino con aquel país se vio amenazado. El descontento llega a tal punto que, inmediatamente después de la incursión de los ejércitos de Carlos VIII en septiembre de 1494, los Médicis fueron expulsados de la ciudad. Pero sería exagerado llamar a este movimiento oligárquico revolución contra la tiranía, como se puso en evidencia con el incendio provocado por Savonarola, prior del convento de San Marcos, que desde hacía años clamaba contra la tiranía de los Médicis, la corrupción y el paganismo creciente. Una “democracia” en la que sólo 3.200 de los 90.000 habitantes de Florencia podían acceder al Gran Consejo no pudo frenar el acceso al mismo de los artesanos, lo que abrió una brecha entre la pequeña burguesía y la oligarquía florentina, que dominaba consejos más restringidos desde los que intentaba reconducir a su favor la situación. Savonarola y sus seguidores, piagnones, recorrían calles y plazas quemando las vanidades: cuadros paganos, libros, sedas y demás objetos valiosos; estos hechos favorecieron la aparición de un frente que incluía, además de los partidarios de los Médicis, que de momento permanecían prudentemente al margen, el partido de los arrabbiati (furiosos), donde se agrupa una fracción importante de la oligarquía, y la fracción algo menos seria de los compagnacci (juerguistas) o hijos de importantes familias contrariados por la intervención de Savonarola en todo lo referente a la moral privada. Se generó una gran tensión entre los grandes señores (banqueros, industriales, ricos comerciantes…), que se sentían amenazados en sus intereses y el partido popular, que acusaba a sus adversarios de intentar destruir el régimen republicano en connivencia con los Médicis. La situación económica acabará agudizando el conflicto: la república florentina, además de lanzarse a una guerra costosa para recuperar Pisa, impulsa tratados muy onerosos con Francia a cambio de su ayuda lo que le obliga a aprobar la decima scalata, un impuesto progresivo sobre las propiedades territoriales que acabará levantando a la nobleza. En 1497 el Duque de Milán intentó un golpe de estado para reinstaurar a los Médicis, que fracasó; se ejecutó a cinco sospechosos de participar en dicho golpe y la Señoría fue ocupada por los partidarios de Savonarola. Pero el principal problema para la república se lo planteó Roma, ya que el Papa no sólo excomulgó a éste sino que amenazó a la república con promulgar un interdicto a la ciudad que implicaba serios riesgos para la economía de la ciudad., cuya consecuencia fue el aislamiento de los llorones. Se formó una oposición que llevó al poder de nuevo a la aristocracia que encarceló y ejecutó al fraile el 23 de mayo de 1498. Sin embargo la ejecución del monje y sus partidarios más peligrosos no terminó con las luchas intestinas, por lo que, ante la imposibilidad de librarse sin riesgos del Gran Consejo y de su mayoría popular, los magistrados en el poder comenzaron a adoptar un procedimiento ya utilizado en tiempos de Savonarola: la convocatoria de las pratiche, asambleas consultivas previstas por la constitución, que poco a poco, se van convirtiendo en una ciudadela de oligarquía, donde los grandes señores debaten los problemas que les interesan sin la molesta presencia de los representantes populares. El propio Maquiavelo, nombrado Secretario de la Segunda Cancillería, denunció la incapacidad resolutiva de los consejos responsables de la política florentina.

En septiembre de 1502 Piero Soderini recibe el título de gonfaloniero vitalicio de la República florentina. Soderini, republicano convencido, intenta gobernar respetando las instituciones sin someterse a la oligarquía. Esta actitud forzó la articulación de una oposición oligárquica en la que se infiltran los Médicis, apoyados desde el exterior por la diplomacia vaticana que encabeza el cardenal Juan de Médicis, futuro León X. Pero parece que esta oposición no hubiera podido triunfar sin el apoyo del ejército español, tras la expulsión de los franceses del Milanesado. Llega al principado Lorenzo de Médicis, hijo de Pedro y nieto del Magnífico, al que aconseja su tío, el cardenal, controlar con tacto las instituciones vigentes mediante hombres de confianza, discretamente controlados a su vez por informantes desconocidos, guardando las apariencias republicanas al tiempo que consolida el poder de la familia. Lorenzo aprovecha muy bien estos consejos para sus propósitos personales, logrando en 1515 que se le permita reclutar 500 hombres y que se le nombre Capitán General de la República florentina. A esto se añade su fineza política, ya que conquista Urbino, consolida su amistad con Francia mediante el matrimonio con una pariente de Francisco I y comienza una transición firme hacia el principado.

No podemos dividir la Italia de los Príncipes en repúblicas y principados o monarquías con una visión actual, sino que lo que la caracteriza es una política de facciones, alianzas y rivalidades entre los estados o en el seno de éstos. De todos ellos, a pesar de que el pueblo está excluido de la vida política, la más abierta es la República de Florencia; Venecia o Lucca concentran el poder en manos del dux mientras que en Ferrara, sus duques, a los que Maquiavelo pone como ejemplo de estados hereditarios y como consecuencia duraderos, la autoridad del príncipe se mantiene a costa de fastos constantes, en los que se da la mayor ostentación de riqueza , en actos constantes de crueldad contra sus súbditos y adversarios y un sistema fiscal férreo. Un personaje que se distinguió por su falta de escrúpulos fue Nicolás Ariosto, padre del autor de Orlando furioso, lo que le valió una brillante carrera política.

Maquiavelo prestará especial atención al Estado pontificio, que tiene una organización estructurada jerárquicamente: el Secretario y la Cancillería, donde se elaboran, redactan y copian los escritos pontificios, ocupados por humanistas de renombre; la Cámara apostólica, que se encarga de asuntos financieros y que ocupan los cardenales... Existen otras instituciones auxiliares como la Penitenciería, competente en materia de teología y de fe, y el Tribunal de la Rota, que atiende causas eclesiásticas y civiles. En aquella época el territorio de la Iglesia abarca una parte de la actual Bolonia, Romaña, las Marcas, Umbría y el Lacio. Los príncipes, no siempre obedecen este poder nominal de la Iglesia, sino que bien entran en conflicto directo con él o militan como condottieri en las filas de los enemigos de la Santa Sede. Pero, además, en Roma hay también un poder temporal, cuyo magistrado supremo es el Senador, elegido por seis meses que administra justicia con seis jueces que siempre deben ir con él; éstos son, a su vez, controlados por tres Senadores elegidos cada tres meses. Los conflictos entre el Senador y magistrado municipal y el Gobernador, que depende de la curia y que se apoya en el arbitraje del Camarlengo, verdadero señor del Estado Pontificio, son constantes. A estos enfrentamientos, normales entre la Curia y el Capitolio, se une el poder de los barones de la vieja nobleza romana, que apenas interviene en la vida oficial de la urbe pero que mantiene en ella sus palacios. La mayoría de estos barones se agrupan en dos facciones capitaneadas por los Orsini y los Colonna. Para liberarse de esta amenaza constante, Alejandro VI reclutó un ejército, se apoyó en los éxitos militares de su hijo César y practicó una política matrimonial en relación a su hija Lucrecia, a la que casó con herederos de poderosas familias : los Sforza, los Ferrara… No obstante no pudo acabar con el poder de las facciones y en tiempos de Clemente VII, los Colonna al grito de “Imperio, Colonna, libertad” iniciaron un saqueo de Roma que fue frenado por el emperador Carlos V. Pero más tarde, cuando tiene lugar el saco de Roma, llevado a cabo por los ejércitos imperiales en 1527, poco antes de la muerte de Maquiavelo, los campesinos que entran en la ciudad acompañando al Cardenal Colonna rematarán el saqueo comenzado por los soldados Tras la muerte de Alejandro VI una nueva facción se unirá a los Orsini y los Colonna: los Borgia, aunque el papado heredó de ellos un imperio que en pocos años se convertirá en uno de los estados más poderosos y civilizados de la península itálica. Maquiavelo afirma que los papas son soberanos de territorios que no defienden, de súbditos a los que no gobiernan, señores de estados que, contra toda lógica humana nadie les arrebata

Biografía.

Según Juan Ignacio Luca de Tena de Niccolò Machiavelli (1469- 21 de mayo de 1527) se ignoraba casi todo hasta la publicación, en 1957, del Libro dei ricordi, compilado por su padre, el abogado Bernardo Machiavelli, que es una especie de agenda en la que apuntaba todo lo que era de interés para la familia. En él consta el nombre de sus tres hermanos,-Primavera, Margarita y Totto-, el día en que empieza a manejar el Donatello, primeros rudimentos de la lengua latina, o el día en que va por primera vez a la escuela. El propio Niccolò dirá: “Nacqui povero e imparai prima a stentare che a godere” . Pues, en una casa que había dado priores y gonfaloneros a Florencia, había escasez, como lo prueba un hecho que tuvo gran trascendencia en la formación del autor: su padre realiza un encargo para el impresor Nicola Della Magna, cuyo pago lo recibe en especie. El trabajo consiste en la realización de un índice de los nombres de lugar que aparecen en Tito Livio, y como remuneración se quedará con el ejemplar, que el propio Nicolás recogerá en casa del encuadernador. La lectura de Livio influirá notoriamente en su formación.

Nicolás Maquiavelo nació el mismo año de la muerte de Pedro de Médici y creció en la Florencia de Lorenzo el Magnifico que propició una época de gran esplendor cultural de la ciudad. Fue testigo de cómo el rencor y los celos de algunos ciudadanos que se cubrían con el nombre de la libertad, junto con la ambición de Sixto IV y su familia, desembocó en 1478 en la conjura de los Pazzi, familia que organiza el asesinato de los dos hijos de Pedro, Lorenzo y Giuliano, en plena misa, en la catedral, y en el momento de la elevación. Muere tan sólo Giuliano, y el pueblo, como en un Idus de marzo, se lanza a la calle a favor de los Medici. También fue testigo de cómo Lorenzo, acosado por el Papa y su aliado el rey de Nápoles, sale triunfante gracias a su virtus y a una serie de reformas (1480-1490) que, al tiempo que restringían las viejas libertades, favorecían todo tipo de excesos e incitarían las iras del fraile dominico Savonarola, cuyos sermones, plagados de predicciones, con las que acosaba al débil Pietro, predecían la llegada de Carlos VIII de Francia que acaba con el poder de los Medici.

Savonarola predicaba un nuevo gobierno popular. Maquiavelo, que ya había cumplido veinticinco años, se sentía atraído sobre todo por los ataques del fraile a la iglesia corrupta, aunque quizás rechazaba el concepto de estado que éste defendía, lo que le valió una oposición piagnona (se llamaba llorones a los seguidores de Savonarola), que se opuso a su acceso a la Señoría hasta la ejecución pública del profeta. De hecho, unos meses antes a la muerte del clérigo, Maquiavelo había presentado su candidatura al puesto de Segundo Secretario de la Señoría, pero no fue elegido hasta el 19 de junio, unos días después de la ejecución de Savonarola, cuando quedaron vacantes la gran mayoría de los puestos administrativos cubiertos por sus seguidores. La Segunda Cancillería dependía de la Primera, variando e intercambiándose las funciones, así que cuando se creó una tercera, la de los Dieci, terminó por confundirse con la Segunda, por lo que también fue confiada a Maquiavelo. Los Secretarios tenían también misiones diplomáticas y se les enviaba como legados cuando la misión era tan sólo de tanteo o menor, o acompañaban a los embajadores como sus secretarios.

Su primer viaje como legado se produce en 1499, para conseguir condotte , para la guerra de Pisa, de Jacobo IV de Appiano y de la Condottiera Caterina Sforza, condesa de Imola y Forli, llamada La vampiresa de la Romaña, La Diablesa Encarnada o Virago crudelisima Lo más enriquecedor para él de esta misión fue el conocimiento de esta mujer excepcional, Madonna Caterina Sforza, madre de dos famosos condottieri: Octaviano Riario y Giovanni de Medici, llamado delle Bande Nere ( Juan de las Bandas Negras) y casada en primeras nupcias con Jerónimo Riario, sobrino de Sixto IV. Su padre era hermano de Ludovico Sforza, Duque de Milán, llamado El moro . Intenta convencerla de que acepte la renovación del mando de su hijo Octaviano para combatir bajo las órdenes de Florencia en la reconquista de Pisa.

Pero mucho más importante para Maquiavelo fue la legación, primera de cuatro, que en julio de 1500 le llevó a Francia acompañando a Francesco Della Casa y le permitió salir por primera vez de Toscana. Permaneció allí seis meses, tiempo suficiente para estudiar las instituciones y la estructura político-social de la naciente monarquía absoluta francesa. Sus largas conversaciones con el cardenal d’Amboise, Roano, le permite examinar la vida política francesa desde dentro, recoger datos, constatar experiencias y observar reacciones. De este viaje se nutrirán dos de sus obras: Retratti delle cose di Francia y De natura gallorum.

A su regreso a Florencia se casa con Marieta Corsini, a la que siempre querrá, a pesar de sus devaneos, y de la que tendrá varios hijos de los que sólo le sobrevivirán seis: cinco hijos y una hija. A Marieta le pesaban sobre todo las ausencias, y Biaggio, que actuaba de intermediario en el matrimonio le escribe a Maquiavelo; “Me ha hecho preguntar por su hermano cuando regresaréis y dice que no quiere escribir y hace todo tipo de locuras”.

En 1502 el Duque de Valentinois, Valentino para los italianos (título concedido por Francia a César Borja, hijo del papa Alejandro VI ), alienta la rebelión de Arezzo contra el dominio florentino al que se sumará toda la Val di Chiana. Maquiavelo acompaña al embajador de Florencia Francesco Soderini para negociar con el Valentino; en el camino se enteran de la ocupación por éste de Urbino. El duque los recibe con amenazas y gritos, aunque los franceses intervienen a favor de los florentinos. En un segundo viaje tiene la oportunidad de conocer muy de cerca al Borja, ya que estuvo con él más de tres meses, y el comportamiento de este nuevo príncipe le fascina. Le estudia y toma nota de todas sus acciones, incluso, pide a Baggio que le mande las Vidas paralelas de Plutarco. Fue testigo del asesinato del lugarteniente del Valentino en Cesena y de la matanza de Senigallia (Vitellozzo, Orsini…); estas experiencias nutren la meditación política del autor del Príncipe y le permiten contrastar la acción coherente y eficaz de César Borja y la debilidad e indecisión florentinas, así como valorar la importancia decisiva de la fuerza y las armas propias.


El 18 de agosto de 1503, después de tres días de fiebre, muere Alejandro VI Borja, quedando su hijo medio muerto a causa de la misma extraña enfermedad. Después del brevísimo pontificado de Pío III, el cónclave elige Papa al Cardenal Della Rovere, con el nombre de Julio II. Florencia envía a Maquiavelo, como legado con el encargo de hacer ver al Papa los peligros que entrañaba el avance veneciano en la Romaña. En Roma enriquece su experiencia diplomática con el contacto con la Curia. La coalición de Venecia y los españoles al mando de Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán, le hacen volver a sus contactos con Francia, donde permanece hasta la tregua entre franceses y españoles.

A su vuelta, atribuye la decadencia italiana al relajamiento de la disciplina militar (Decennnale primero), por lo que ve la oportunidad de instituir una Ordinanza, es decir, un ejército reclutado entre los súbditos del dominio florentino. En febrero de 1506 esta Ordenanza desfilaba por las calles de Florencia, pero en agosto debe interrumpir su actividad al ser enviado de nuevo junto al Papa Julio II. Terminada su misión, vuelve a reclutar la Ordenanza florentina después de haber sido nombrado Nove ufficiali dell’ordinanza e milicia florentina.

A finales de 1507 emprende viaje a Alemania ( Suiza y Tirol) donde recoge una serie de observaciones que reflejará en Ritratto delle cose Della Magna, lleno de reminiscencias de la Germania de Tácito. En 1510 escribe el Decennale secondo.

Este año, Julio II, obtenidas las ciudades de la Romaña, hace las paces con Venecia y trabaja en pro de una liga antifrancesa, colocando a Florencia, tradicional aliada de Francia, en una situación delicada. Por esta razón Maquiavelo es enviado de nuevo a Francia para lograr una mediación entre esta nación y el Papado. Este objetivo fracasa y la guerra se hace inevitable. Después de la batalla de Rávena (11 de abril de 1512) los españoles capitaneados por Raimón de Cardona, virrey de Nápoles, están a las puertas de Florencia. La Ordenanza, creada por Maquiavelo, huye despavorida ante las tropas españolas. A cambio de la continuidad republicana se permitirá la entrada de los Medicis como simples ciudadanos, se reformará el gobierno y el nuevo gonfaloniero no será vitalicio, sino elegido entre los miembros del Gran Consejo. El 16 de septiembre de 1512 los partidarios de los Medicis ocupaban el Palazzo de la Signoria y moría la República florentina junto con todas sus instituciones populares.

Maquiavelo se ve privado de sus cargos y confinado, por un año, en el territorio del dominio florentino, pero fuera de la ciudad. Los Medici no le perdonaron sus ataques ni la protección de Soderini, Por otra parte, sospechoso de haber participado en una conjura antimedicea, es encarcelado y torturado; será liberado gracias a la intervención de su amigo Vettori. Tiene 44 años y sale de la cárcel sin esperanzas de volver al Palazzo Vecchio ni de tener voz en los asuntos políticos.

Se retira a una villa en San Casiano desde donde mantiene una nutrida correspondencia con su amigo Vettori, embajador en la Curia romana. Entre estas cartas se encuentra la celebérrima del 10 de diciembre de 1513 en la que describe la vida que lleva en su retiro y habla de la redacción de un opúsculo al que llama De principatibus. Esta carta es una profesión de fe, una justificación de la nobleza y la utilidad de la actividad, e implícitamente, del relevante papel que él mismo reivindica para sí y sus semejantes en el seno de la sociedad.

A mediados de 1513 inicia El príncipe, tras interrumpir la redacción de los Discursos , en el que sugerirá que la vida republicana se había hecho insoportable por la corrupción y se atisba cierta defensa del régimen autoritario de los Médicis. Así, El príncipe, fruto de sus conversaciones nocturnas, no será ni el puro producto de una reflexión sobre el presente ni el simple compendio de las enseñanzas de los hombres de la Antigüedad, sino el producto de una confrontación entre dos experiencias: presente y pasado.

En diciembre de 1514 Vettori pide a Maquiavelo su parecer acerca del modo en que el Papa había de conducirse en la coyuntura del momento. Maquiavelo escribe estos días hasta tres cartas con la esperanza de haber llegado al fin de su calvario y marginación. Tanto el Cardenal de Médicis como el Cardenal Bibiana y el Papa León X leen las cartas y confiesan haber quedado sorprendidos por su talento. No obstante le dan la espalda.

Tras la muerte del Cardenal Giuliano de Médicis a comienzos de 1516, prueba suerte con su sobrino Lorenzo de Médicis, al que finalmente dedicará El príncipe. Existe una triste anécdota que dice que el príncipe recibió el tratado al mismo tiempo que una pareja de perros, a los que hizo más caso. No obstante Maquiavelo no tira la toalla y a partir de este momento comienza a frecuentar los Orti Oricellari ( los jardines de la familia Rucellai), círculo bien visto por los Médicis, en el que se reúne lo más selecto de la juventud florentina. Reanuda la composición de sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio que dedica a dos de aquellos jóvenes y donde llega a proponer al Papa la instauración gradual de un auténtico estado pontificio. Por esta razón es acusado de utópico ya que el pontífice laboraba por la implantación de un principado hereditario, aunque en realidad es una leve prueba de su voluntad de decir honestamente lo que cree aun a riesgo de hacer fracasar su rehabilitación política. Como consecuencia se convierte en un parado en busca de empleo pero no a cualquier precio. No obstante esta actitud le proporcionará un reconocimiento intelectual que hará que en noviembre el Estudio florentino, a cuyo frente está el cardenal Giulio de Medici, le encargue los “Annalia et cronacas florentinas et alia faciendum. Nace así el Discorso sulle cose fiorentine dopo la morte di Lorenzo; entre 1522 y 1525 escribirá las Storie florentine, que presentará en 1525 al cardenal, ya papa, Clemente VII; cuando en mayo va a Roma a presentar sus Storie lleva consigo el proyecto de la antigua Ordenanza, que parece que no desagrada al Papa, aunque Maquiavelo intuye que no lo pondrá en práctica. Estos encargos conllevan un dardo envenenado ya que se convierte en historiógrafo a sueldo de los Médicis, lo que tendrá consecuencias en el futuro.

En 1524 escribe a Guicciardini: “Necesitaría que os encontrarais cerca de mí para que me dijerais si no ofendo en exceso cuando celebro algunas cosas o censuro otras. Pero, a falta de vuestros consejos, sopesaré los pros y los contra y trataré de decir la verdad sin dar a nadie motivos de queja” .No obstante al tratar de la política interna florentina en la época de los Médicis da más importancia a los complots contra el régimen que al régimen mismo.

Pero pronto los Jinetes del Apocalipsis cabalgarán de nuevo sobre Italia, que se convertirá en el teatro de operaciones de las grandes potencias de la época. Liberado Francisco I de Francia que había sido hecho prisionero por los españoles tras la batalla de Pavía (1525) comienza de nuevo a preparar la guerra. En este momento se encarga a Maquiavelo la supervisión de las murallas, nombrándole proveedor y canciller de las mismas. En 1526 se crea la Liga de Cognac entre Francia, el Papa, Venecia y Florencia contra los imperiales, España y Alemania, que fracasa al no poder impedir la capitulación de Milán ni el saqueo de Roma por las tropas de los Colonna que apenas puede frenar Hugo de Moncada con quien el Papa se había visto obligado a firmar una tregua. Maquiavelo recibe pequeños y constantes encargos papales, sobre todo entre Modena y Florencia. Entretanto muere Giovanni delle Bande Nere, único capitán de la Liga en quien todos confían y los lansquenetes de Frundsberg penetran en Italia, mientras el condestable de Borbón amenaza Florencia, lo que trata de impedir Maquiavelo. Aliados y enemigos avanzan hacia la ciudad en la que aumenta el descontento contra los Médicis, descontento que desemboca en el Tumulto del Venerdi ( 26 de abril de 1527). Los partidarios de la república ocupan la Señoría y sólo gracias al amor que todos sienten por Florencia se llega a un acuerdo. El condestable de Borbón pasa de largo ante una Florencia bien protegida por sus murallas y llega a Roma el 4 de mayo: presenta batalla dos días después y muere al primer asalto víctima del arcabuzazo de un florentino, Benvenuto Cellini, o, al menos, éste siempre presumió de ello.

La ruina de Roma y el Papa trae consigo la de los Médicis, donde, como ya hemos dicho se restablece una república de corte savonarialano y se da la paradoja de que la patria de Maquiavelo vuelve a ser una república libre mientras él se encuentra de nuevo entre los perdedores, sintiéndose ya cansado y viejo. Por otro lado poco puede esperar de los piagnones que dan la espalda a un Maquiavelo paradójicamente demasiado comprometido en ese momento con los Médicis y dejarán que muera en el olvido. Así pues, Maquiavelo, después de una larga lucha por preservar su dignidad y su independencia, se suma a la legión de intelectuales que como él, en una época en que la propiedad intelectual no existe y en la que incluso las obras más celebradas no consiguen asegurar la subsistencia a su autor, se ven obligados a pasar por las horcas claudinas de la adulación cortesana. Es el caso de su compatriota Guicciardini quien, ante la preocupación lúcida y confesada por sus intereses personales ( su particulare), decide olvidar su eterno odio a los “sacerdotes” para iniciar una brillante carrera al servicio de la Iglesia

Su salud no resistió este golpe final y enfermó inmediatamente después de la elección de Francesco Tarugo, Primer Secretario en la época de los Médicis y respetado por los savonarolianos, al contrario que Maquiavelo que pagó cara su honradez. El día 20 de mayo de 1527 estuvo con sus viejos amigos a los que contó su famoso sueño y gastó bromas; al día siguiente murió rodeado de los suyos y fue enterrado en la Iglesia de Santa Croce de Florencia, donde hoy sus restos descansan junto a compatriotas tales como Miguel Angel, Galileo y Dante.

Maquiavelo había interrumpido sus Historias florentinas tras la muerte de Lorenzo el Magnífico y él mismo muere dos años después sin haberlas reanudado, por no refutar sus propias opiniones ni enfrentarse al poder de la familia dominante y al horror de los acontecimientos desde 1494 al 1512. Sólo una pequeña parte de su obra fue publicada en vida de éste, como La Mandrágora. el cuento de Belfagor, Il demonio che prese moglie, el Dialogo intorno alla nostra lengua, los versos de Asino, etc. Unos años después de su muerte dos editores importantes iniciaron casi a la vez la publicación del resto de su obra inédita. Los Discorsi fueron publicados en 1531 por Blado de Roma y poco después por Giunta en Florencia; El príncipe en 1532 simultáneamente por Blado y Giunta.

Pero inmediatamente después de su muerte comienza el antimaquiavelismo, encabezado por el cardenal inglés Pole y el arzobispo portugués Osorio, que tachan sus escritos de obra del diablo en pleno éxito editorial. Se prohíbe su venta en Roma y se excomulga a quienes la tengan en casa. Los contrarreformistas y entre ellos el arzobispo Polito acusan a Maquiavelo de ser el propugnador de la perversidad, la astucia, la inobservancia de los pactos y el uso de la religión como instrumentum regni. Al pobre old Nick se le atribuyen las más disparatadas ideas; su obra no se lee pero maquiavélico o maquiavelismo se usan para descalificar cualquier conducta.

Por fin le condena Paulo IV en el índice de 1559, condena que confirman el Índice Tridentino de Pío IV de 1564 y que es la base de los sucesivos índice romanos.

Se ha dicho que en la muy católica España no había antimaquiavélicos porque a causa de la Inquisición o la indiferencia (no había traducciones) no se podía conocer su obra. Luca de Tena rechaza esta afirmación y cita una traducción de 1502 en Medina del Campo de los Discursos, hecha por Juan Lorenzo Ottevanti, dedicada a Felipe II y editada por el impresor Guillermo de Millis. No sabemos si da mal la fecha, o el mismo se contradice, pero parece que los Discursos no se publican hasta 1531, como hemos dicho anteriormente, citando precisamente a Luca de Tena. En 1555 hay una segunda edición del mismo autor y editor. Parece que, efectivamente, no hay mucho más, pues en 1559, año en que nuestro autor fue condenado in totum por el índice romano de Paulo IV, aparecía en España el importantísimo índice de Valdés que no citaba a Maquiavelo. Se prohibe por primera vez en el índice del Inquisidor General, el Cardenal Quiroga, de 1583: Libros que se prohiben en latín, bajo la letra N. (Opera omnia, N.Machiavelli)
Según Juan Manuel Pastor, Maquiavelo supone la primera escisión clara entre lo ético y lo político. Si bien es cierto que desde la antigüedad griega no se había vuelto a producir una identificación completa entre ambos ámbitos, sin embargo Maquiavelo supone un punto de inflexión: con este autor la ética cristiana ya no legitima la acción política y, como novedad fundamental, nuestro autor introduce por primera vez una reflexión autónoma, cuyo objeto es el poder en sí mismo.

Maquiavelo ensaya, pues, una explicación de la política en términos de leyes y constantes, lo cual le convierte en el padre de la ciencia política moderna. Prescinde por completo de toda consideración ética o religiosa, lo cual obviamente estuvo motivado, en parte, por la situación política de la época que vivió y las necesidades del poder civil de liberarse de la influencia de la Iglesia.

Conforme surgen los primeros estados nacionales aparece la idea de la razón de estado, que se convierte en el elemento clave del análisis y de la actuación política, concebidos en términos de autonomía respecto a la moral.
Maquiavelo dice: “ Allí donde se trata de la salvación de la patria no debe tenerse en consideración si algo es justo o injusto, cruel o compasivo, digno de alabanza o de censura, sino que, dejando de lado toda otra idea, es preciso seguir aquella decisión que le salva la vida y le mantiene en libertad.”

Por consiguiente, el objeto de la reflexión de Maquiavelo es la salvación del estado y la conservación del poder, al margen del planteamiento tradicional de la filosofía política que se centraba en la búsqueda del régimen político adecuado históricamente.

Su doctrina tuvo una gran repercusión, aunque durante siglos se enfrentó con el discurso humanístico cristiano y las teorías iusnaturalistas. De este modo podríamos destacar dos rasgos del pensamiento político de Maquiavelo que estarán presentes en las sucesivas elaboraciones políticas del mundo moderno:

1. El planteamiento de los problemas políticos al margen de la religión y de la ética.
2. La pretensión de abordar lo político desde un método experiencial, que progresivamente tratará de aproximarse al modelo científico de Galileo, en la Baja Edad Media de Okham. Surge la política como ciencia autónoma.








<

No hay comentarios:

Publicar un comentario